miércoles, 29 de octubre de 2008

Cuentos de Halloween VII: Desbarre en el aquelarre

Pues si, este finde toca Aquelarre, que le vamos a hacer. La gente cree que es una celebración divertida donde se come se bebe y ... de lo otro.
Pero que equivocados están. El mundo se guía solo por mitos. Los aquelarres son reuniones de coordinación brujil que realizamos periódicamente los del gremio al igual que hacen en el colegio de abogados o la asociación de inspectores de hacienda, colectivos que son infinitamente mas peligrosos que el nuestro.
Además la mayoría no acudimos volando en escobas porque son de poca precisión : yo me di grandes batacazos con ellas así que las abandoné y ahora voy a los aquelarres con un todoterreno con gps.
Entre los asistentes hay de todos pero no se tranforman de feas brujas en bellas huríes, no, la que es fea fea permanece aunque, eso si, ya vienen sin verruga y sin bigote por mor de Corporación Dermoestética, jejej.
La mayoría de las asistentes son del género femenino algo obvio por eso de que todas las mujeres son unas brujas. El caso de brujos como yo es algo singular. Creo que hasta me miran como a un bicho raro.
De comer nada de pócimas, que cada una se lleva lo suyo en su tupperware.
Y de orgías nada, que allí solo se habla, de cotilleo, de macramé, de la nueva vaporetta, de GH10, del precio de la fruta en el Carrefú, y del que holacomoestásteveodivinadelamuerte.

Cuentos de Halloween VI: Frankonstin Fajardo, asustador por encargo



Pues si, soy yo, el resultado de las investigaciones del Dr. Frankonstin y me llamo Franky como mi padre, un traumatólogo que consiguió en título por correspondencia por la Universidad de Djibuti, luego de haber ejercido de tornero fresador, que no es alemán sino de Villaberzas de Abajo en Zamora y se llama en realidad Gaudencio Fajardo Caudete, pero le apodan el Frankonstin
por que es muy feo y por su apego al antiguo régimen, vamos que es un facha.
Si, estoy hecho de retales de cadáveres pero de los baratos, o sea de los desechos de la morgue. Así que soy todo un poema. Tengo las piernas de un chino, mas amarillas que un sindicato de los de ahora, el culo de un inglés, o sea no tengo culo, el cerebro de un político, es decir, con solo una neurona, los brazos de un capitalista, largos y finos para poder afanar, una barriga cervecera como la de mi padre y fabricante y la… de un tío del Senegal o sea negra cual morcilla de Burgos so malpensados.
De esta guisa ni me llaman para hacer una peli de miedo, porque ni siquiera asusto, mas bien doy pena. Soy como un Frankenstein made in Taiwan un Franky de la señorita Pepis, un monstruo españó, un madelman de artesanía. Encima soy bajito y peludo como salido de una peli de Alfredo Landa.
Mi padre, el Dr. Frankonstin, unió cosiendo aquellos despojos, con hilo de abacá y luego conectó mi cerebro a un generador a pedales. Contrató por una noche a 10000000000000000 chinos que, pedaleando al unísono, consiguieron que el ingenio produjese una energía 1.000 kw-hora lo suficiente para darme la vida, algo chamuscado pero vivo. Y aquí estoy, con mis oxidados remaches en el cuello, mis zapatones de plataformas como un Drag Queen y mis harapos.
Yo me gano la vida asustando. Franky para servirle cuando Vd lo desee le ofrezco mis servicios, asusto a domicilio y por encargo. ¡Dele un disgusto a sus enemigos!. Acepto Visa, Master Card y American Express, but I prefer to be paid by CASH, obviously.

Franconstin Fajardo, asustador por encargo.

Cuentos de Halloween IV: Antes muerto que sencillo



Pues, bien mirado no se está tan mal en mi situación. Muchas cosas han cambiado en mi vida desde aquel día. La primera y mas importante es que ahora paso de todo, ni convencionalismos sociales, ni dinero ni nada de nada. Que llueve y hace frío, como si no a mi plin porque lo aguanto todo. Que hay comida me harto sin miedo a una gastritis. Que no pues no pasa nada, puedo vivir sin comer todo el tiempo que me de la gana.
El no tener que afeitarme ni lavarme es un placer. El no necesitar una cama para dormir, otro.
Por olvidar he olvidado los malditos días de la oficina, al hijo de puta de mi jefe, a la cotilla de Compras, al putón verbenero de Marketing, al pedante de Finanzas, etc. Ni máquina de cafés ni leches, ni las insoportables cenas de Navidad, ni los objetivos semestrales ni el ¡produce, produce, produce!, ¡a la mierda!.
Ni pago impuestos, ni me importa hacienda, ni necesito pagar un alquiler. A hacer puñetas todos esos tormentos.
Mira por donde trabajar en una industria química de alto riesgo ha tenido sus ventajas. Y yo que admiraba a Al Gore, anda y que se pudra bien podrido. Aquel día que bajamos al fondo del contenedor sin saber que el traje no nos aislaba porque estaba caducado fue una bendición del cielo. La cara de falso compungido que puso mi jefe cuando, en la clínica de la fábrica, fue a reconocer mi cuerpo, y la de sorpresa, instantes después, cuando me vio levantarme y arrearle un mordisco en el cuello. Y como gritaba el cabronazo cuando sentía salir su sangre a borbotones. ¡Uf que sed tenía!. Luego me di el gustazo de morderle el cuello a la Mari Puri la tía mas maciza de la empresa, eso si que no tiene precio.
La verdad es que todo iba a pedir de boca, hasta que he notado como me voy deteriorando. Me queda la mitad del pelo y los dedos del pié izquierdo los he perdido ya todos. Mi piel está como amarillo violácea salvo el vientre que lo tengo negro e hinchado. Y allá donde voy atraigo a todas las moscas, creo que mi desodorante me ha abandonado.Y lo peor anoche cuando me lié con aquella cursi de la secretaria del director general, la que llamaban la petunias, por las ídem, y que también había pasado a formar parte de la tribu. Uf no estuvo mal pero cuando oí aquel ¡crack! y noté se me caía a trozos, mamma mía. Digo yo que ahora pegada con loctite seguirá funcionado y que si duermo en un congelador a lo mejor duro mas.
En fin, esta anocheciendo y tengo hambre. Hoy es el día de Halloween y dan una fiesta en la nave de pintura. Creo que vamos a zamparnos a dos vigilantes jurados que son los únicos que siguen vivos de la fábrica y a un par de concejales que vinieron a inaugurar no se que y que los hemos cebado a conciencia con maíz como a los pollos.Yo me voy a disfrazar de humano, jejeje. En fin no es tan malo ser un zombie.
Feliz Halloween pipiolos aurrrrrrrrrrrrggggggg.....

Cuentos de Halloween III: Me llamo Oliverio y vivo en el cementerio






Uf cuando me morí creía que era el final porque yo era ateo y no concebía la vida eterna. Bueno, vida eterna no tengo, pero si una muerte eterna que es de lo mas interesante.
Yo vivía en una gran ciudad pero me enterraron el el pequeño cementerio de mi pueblo de apenas 10 hectáreas. Allí podéis visitarme, en el nicho 345N, tenéis vuestra casa, ejem. Es una tumba pequeña en la que apenas quepo porque o soy un muerto humilde. Era mi destino, vivía en un adosado y muero en un nicho adosado.
Pero aquí hay también un par de familiares de mármol con tumbas de letras doradas donde viven o mejor dicho mueren los pudientes, como don Ricardo, el terrateniente que se fue al otro mundo mientras yacía con la doncella y lo encontraron tieso, y nunca mejor dicho, sobre ella, mientras la pobre chica no paraba de gritar. Tuvieron que aserrarle el miembro para que cupiera en el ataúd. A eso se le llama una muerte dulce, jejje. Todavía por las noches le vemos persiguiendo a “esqueletas”, porque como dice el refrán: “genio y figura hasta la sepultura”, y yo añado “y después”.
De mis tres amigos de la infancia, Antonio, Juan y Miguel solo queda este último por morirse. Y la verdad es que estamos deseando que deje el mundo de los vivos porque era el mas divertido del grupo y está especializado en chistes de muertos con lo que el cementerio ganaría en alegría pero que mucho.
Aquí hacemos vida de noche que es cuando despertamos, como seres invisibles para los vivos. Organizamos tertulias, debates, fiestas y lo pasamos “de muerte”. Los creyentes dicen que esperan el día del juicio final y yo, que voy a acabar por creerlo, pienso que será divertido porque aquí cuando despierte estaré entre amigos así que menos mal que no me enterraron en la capital entre tanto desconocido.
Bueno, os dejo que esta noche me toca encender los fuegos fatuos a mi. Y luego he quedado con la de la tumba 123F que me muero por sus "huesos".
Oliverio, para servirle, en este cementerio.

Cuentos de Halloween II: Me piro, vampiro




Yo de niño creía que el león era el rey de la selva. Bah, era una leyenda urbana. El león las pasa canutas para conseguir alimento, casi siempre come carroña que roba o algún animal minúsculo y cuando se atreve a cazar a algún animal grande como a un búfalo ha de hacerlo en grupo y arriesgando su vida. Y luego los machos a pelearse con machos de otros territorios por las hembras. En fin que de rey nada.
Pues lo mismo me pasa a mi. Yo que veía las pelis de Peter Cushing donde aparecía de vampiro con su capa roja y negra mas chulo que un ocho y mordiendo a unas tías estupendas para luego irse volando a su fantástico castillo. Menudo cuento.
Para empezar yo vivo en un trastero de un bloque de pisos. Y en lugar de ataúd tengo un saco de dormir marca Carrefour.
Y en cuanto a la ropa, vamos yo llevo un pantalón vaquero raído y una sudadera llena de agujeros, ni capa ni leches. Morder, podría morder, básicamente podría hacerlo con ratas, lo único que encuentro, luego de matarlas a zapatazos o bien cucharachas como mi alimento básico. Cualquiera le muerde a alguien por la calle para que te de un sopapo. Solo puedes moderle a la gente mayor pero su sangre, puaggg, sabe a Nolotil, Primperan y no se que Forte, un asco.

Pero yo, además, es que soy un nosferatu vegerariano, ya lo era en vida y no voy a cambiar ahora. Yo muerdo zanahorias, kiwis, peras de agua, naranjas y melocotones. Así que “cazo” en los supermercados y en las plazas de abastos. Eso si a la vecina del tercero derecha, que está de muerte, cuando me la encuentre por el pasillo, a esa maciza, la muerdo, ¡vamos que si la muerdo!. mmmmmm
Bueno, me voy “volando” que pronto amanecerá.
juajajajajajajajaja
juajajajajajajajaja

Cuentos de Halloween I: “Fiebre de sábado noche”

A mi siempre me gustó John Travolta en esa película de “Fiebre de sábado noche”. Pero lo que nunca pensé es que me pasaría mas o menos lo que a él, solo que en versión gore. La verdad es que eso de “necesitas un cambio en tu vida” que me decían los amigos ha dado un resultado inesperado pero no del todo desagradable. Porque, en fin, que es salir la luna llena, luna lunera cascabelera, y como que me comienza a salir un vello duro, los dientes se agrandan, mis manos y pies se transforman en garras afiladas y como que me entran unas ganas de aullar y de salir de marcha que no me aguanto. Todo empezó en aquel viaje a Colombia cuando me arañó un extraño animal en aquella jungla y me produjo una herida que tardó meses en cicatrizar.
Al principio mordía al primero que pasaba por delante, con tal de saciar mi sed. Pero luego vi que esto no era la mejor política. Mordí a un borracho y pillé una tajada que a duras penas me permitió llegar bamboleándome a casa. Otro día le desgarré el gaznate a un ejecutivo ambicioso y agresivo y pillé un colocón de coca tal que creí que volaba y era un pato. Hasta una vez fui un hombre lobo gay cuando entré en aquel bar todo pintado de rosa… Así que luego pasé a morder a señoras maduras de estola de zorro plateado que esas, cenaban bien y tenían una sangre exquisita con sabor a angulas de Aguinaga y a Moët Chandon. Y es que yo soy un hombre lobo de derechas de toda la vida, perdón un licántropo pijo que es una denominación mas fina para los de mi especie, colectivo que somos escaso y exquisito, pero en el que también hay clases. Y es que las buenas maneras no han de perderse nunca, ya lo decía mi padre, en la mesa se ve la buena educación de la gente y yo a la hora de morder soy todo un caballero, perdón todo un hombre lobo con mucho caché y glamour.
Por eso no entiendo el por qué esta noche cuando iba a morder a un señor de uniforme se me abalanzaron otros de la misma guisa, me echaron un lazo la cuello y me metieron en un furgón que olía a perros muertos y nunca mejor dicho. Luego me llevaron a una especie de clínica y me pusieron la antirrábica y un collar con un microchip, mientras un policía decía la otro “¿como le ponemos de nombre?”. Y aquel le respondió “ponle Alfredo como el alcalde”.
Bueno, está amaneciendo y yo en esta jaula rodeado de otras llenas de perros volveré a mi estado natural. A ver como justifican estos bobos que han cazado a un humano. ¡Ya no se respeta ni a los hombres lobo!.