sábado, 13 de junio de 2009

Siempre fui un triunfador


Siempre fui un triunfador. Primero en mis estudios y posteriormente como asalariado en la empresa privada. En la universidad porque era un “figura”copiando y un maestro en chantajear al profesorado para que me aprobasen. Y en la empresa porque aprendí de manera magistral el arte de apuñalar al compañero y traicionar al mas incauto.
Pero pronto me di cuenta que si quería prosperar de verdad tenía que montar mi negocio propio. Y eso hice creando primero una empresa distribuidora de productos químicos que luego evolucionó a una fábrica que suministraba materia prima para elaborar insecticidas, venenos, gases tóxicos para usos militares, material para baterías alcalinas, etc. Si si, me forré con un negocio que era producir pura mierda que, et voilà! Se transformaba en montañas de euros. Y es que el granuja no nace sino que se hace.
Creció mi negocio, monté más fábricas y me expandí por todo el planeta. Trabajaba muchas horas al día. Realmente no vivía mas que para el trabajo, mi verdadera obsesión y mi fuente de placer. Así que ni me casé ni tuve novias, ¿para qué?, eso me quitaría un tiempo precioso de mi trabajo. Ganando dinero se disfruta mucho mas, incluso que gastándolo. Por eso en mi despacho siempre tuve una foto del tío Gilito, mi héroe.
Pero un día note un dolor agudo en el pecho. Dolor que me llevó al hospital. Allí me diagnosticaron un infarto de miocardio. Los médicos me hicieron varias recomendaciones si quería seguir viviendo: nada de alcohol, supresión de las comidas copiosas, nada de sexo, mucho ejercicio y sobre todo eliminar el estrés haciendo una vida tranquila. Salvo estas dos últimas cosas lo demás ya lo cumplía a rajatabla: solo bebía La Casera, comía nada mas que ensaladas y no conocía mujer porque costaban dinero y no se recuperaba nunca la inversión. El cura del hospital me visitó y me dijo no se que cosa de la moral. Pensé en buscar en el diccionario el significado de ese “palabro”, mas tarde. Pero nunca lo hice.
Así que vendí todas mis propiedades y las ganancias las invertí a través de bancos de las islas Caimán y las Jersey, que es lo que hacen todos los hombres de negocios como yo.
Y me compré una casita en el campo a donde me fui a vivir…
Allí emprendí una vida sana: Me levantaba, hacía algo de ejercicio y luego me iba al pueblecito cercano a desayunar. También me dediqué a leer. Y descubrí que, aparte de libros como “El millonario instantáneo” y “Quien se comió mi queso” pues había libros que se leían por puro divertimento. Particularmente me gustó Robinson Crusoe, libro que leí varias veces y que me dio ciertas ideas…
Si, porque a la postre me aburría con tanta vida sana. Como tenía una hectárea de terreno junto a mi casa y un pozo pensé en cultivar las hortalizas que necesitaba para mi propio consumo y así me entretendría. Dicho y hecho: Me hice acopio de libros sobre el tema. Compré aperos de labranza y una bomba para extraer agua del pozo y comencé con mi vida de hortelano. Los primeros resultados no eran muy alentadores. Las lechugas, pimientos y tomates que producían, escaso, pequeños y de poco sabor. Revise los libros de horticultura, cambié las dosis de riego y abonos, planté variedades diferente sin ningún resultado.
Desanimado, un día que paseaba con la bicicleta, recomendación médica para hacer ejercicio, llegando a unas colinas a escasos Km. de mi propiedad donde había unas cuevas muy antiguas. Lleno de curiosidad entré en una de ellas iluminándome con una linterna y descubrí que su techo estaba tapizado de murciélagos durmiendo y el suelo con una capa de excrementos de enorme grosor. Y se me ocurrió una idea. A la mañana siguiente recogí un par de sacos de caca de murciélago y la esparcí como abono en el huerto. El resultado fue espectacular. Lechugas, tomates, coles, pepinos, toda clase de hortalizas hermosísimas y de un sabor exquisito.
Feliz con mi éxito, decidí vender las hortalizas sobrantes en el pueblo con un gran éxito. No necesitaba dinero pero aquello me entretenía. Así que arrendé un terreno cerca de mi propiedad y cultivé mas hortalizas. Luego llegué a un acuerdo con una cadena de distribución alimentaria a la que vendí toda la producción con la etiqueta de ecológica y con el nombre de Hortalizas Roberto “ lo mejón pa tu cuerpo”. Compré las colinas donde estaban las cuevas y guardé el secreto del abono bajo siete llaves…
Creció y creció el negocio. Primero dominé todo el valle y luego compré tierras en América. Evidentemente la caca de murciélago era un bien escaso así que, para expandir mi negocio, comencé a cultivar hortalizas transgénicas que me suministraba la empresa multinacional Shit Co ltd de la que acabé siendo consejero delgado.
El mundo me lo agradeció en forma de premios por doquier, que si noble de la paz, doctor honoris causa por varias universidades, y es que teniendo pasta uno lo consigue todo.
De la casita original no quedaba nada. En su lugar había un complejo de oficinas y manufacturero donde trabajan mas de 10.000 personas teniendo en su centro u rascacielos llamado la Manolo Tower desde donde en la planta 45ª dominaba el mundo desde mi despacho de 500 m2.
Y un día sufrí un nuevo soponcio en forma de infarto y sentí que está vez era mas grave cuando vi a un ser de túnica negra y capucha con una guadaña en la mano. Vamos que la palmé. Si, si que me morí bien muerto.
Ahora vivo en un lugar muy caluroso aunque los jefes tenemos aire acondicionado. Cuando llegué me hicieron pasar un test de maldad y resultó que era el más malo del lugar así que me dieron una beca de ayudante de torturador. De ahí pasé por todo el escalafón: torturador junior, luego senior, supervisor de torturas, gerente de putadas variadas, director de escarnios y coordinador de contubernios judeomasónicos. Incluso fui jefe de I+D donde conseguí desarrollar los procedimientos de tortura mas dolorosos y eternos que nunca hubo, todo además controlado por ordenador. Se acabaron los casposos métodos tradicionales.
Mucha gente me tenía envidia allí: abogados, políticos, presidentes de clubs de fútbol, directores de cadenas de TV, jefes de recursos humanos, telepredicadores, inspectores de Hacienda, sindicalistas liberados, concejales de urbanismo, etc o sea todo lo peor de la especie humana.
Ahora espero que me concedan el ascenso a demonio titulado y me den los cuernos, el rabo y el tridente reglamentario según mi nuevo cargo. Si es que yo soy un hombre de éxito.

Manolo Pillastre Perillán
manolo.pillastreperillan@elinfierno.org

miércoles, 3 de junio de 2009

El día que dejé de ser humano


Siempre fui una mala persona de esas que no tiene escrúpulos para nada. Mi único objetivo en la vida era el dinero y el poder y nunca me detuve ante nada ni ante nadie.
Realmente yo carecía de moral o no tenía concepto de lo que era obrar mal. Para mi el bien era todo aquello que me beneficiaba. Tampoco creía en las religiones o más bien nunca me preocupó si había otra vida después de la muerte porque lo mío era vivir el momento.
….
…,
….
Aquel día desperté con una sensación rara. Traté de moverme pero no puede. Luego quise situarme donde estaba pero solo notaba tinieblas. Mentalmente quise sentir todos mis órganos y extremidades, como hacen los expertos en yoga, pero me fue imposible concentrarme. Me notaba diferente, como de cuerpo frío y estático, inmóvil, más mineral que animal. Poco a poco comencé a ver pero mi inmovilidad era absoluta. Lo que alcanzaba mi vista era una superficie lisa y blanca solo alterada su superficie por una lámpara de esas de tipo plafón. Mis otros sentidos empezaron a reaparecer. De momento ya notaba mi cabeza y mi boca pero, cosa extraña, esta era muy grande y con movilidad solo del maxilar superior. Seguía sin notar mis extremidades y mi piel la notaba lisa y fría. Poco a poco los sentidos del oído y del tacto fueron recuperándose.
Noté como cosquilleo en mi vientre debido al roce de unas patitas y unas antenas, Díos mío, pensé, ¿será una cucaracha?, y o sin poder moverme. De repente el bicho huyó porque un ruido hizo su aparición y la luz de la lámpara se encendió.
Observé como alguien abría mi boca de par en par y yo no podía hacer nada para impedirlo. Luego un chorro amarillento de sabor ácido y algo caliente entró hasta mi garganta. Sentí náuseas pero seguía sin poderme mover. Al poco escuché un ruido y mi boca se llenó de agua fresca, ¡qué placer!, cerrándoseme la boca y viendo como de nuevo la luz se apagaba.
Pasaron unas horas hasta que, de nuevo se encendió la lámpara y pude vez como otra vez me abrían la boca. Lo que pasó luego me dejó atónito. Sobre mi boca se sentó algo carnoso y fofo, de bastante peso. Luego la misma sensación de líquido caliente, el caer de cierto residuos malolientes y un aire nauseabundo precedido de un sonido como de pequeña explosión.
Y ahí lo comprendo todo. El accidente de coche, la parada cardiaca en aquel hospital de la India. Los consejos de aquel santón indú que me decía que la metempsícosis o trasmigración de las almas es un hecho probado y que se subía de nivel se bajaba según nuestro comportamiento en la vida precedente.
Y yo había sido tan malo, tan perverso, tan inmoral que al morir debido al accidente me había convertido en un retrete y ahora todo el mundo iba a dejar sus inmundicias en mi boca, sin poder yo evitarlo. Al menos, espero que en la próxima vida recuerde esto para no volver a las andadas.